jueves, 10 de mayo de 2012

Historia de España. El reinado de Isabel II


Tema 7
EL REINADO DE ISABEL II

1.        LA REGENCIA DE MARIA CRISTINA (1833-1840)
Tras la muerte de Fernando VII se inició una guerra civil, la primera guerra carlista con María Cristina como regente.
Esta etapa se consolidó la división del liberalismo en dos corrientes:
-                   Los liberales moderados, partidarios de una fórmula intermedia entre el absolutismo y la soberanía popular. Consideraban que la corona debía contar con amplios poderes y que el sufragio debía ser muy limitado (solo para los más ricos). Eran partidarios de un liberalismo atenuado y conservador.
-                   Los liberales progresistas, partidarios de la labor legislativa de las Cortes de Cádiz y una reforma social y política que limitase el poder del rey en favor del Parlamento.
María Cristina e Isabel II se mostraron partidarias de los moderados.

1.1.     El régimen del Estatuto Real (1834-1835)
Tras la muerte del rey, su viuda María Cristina ocupó la regencia y nombró un gabinete presidido por Cea Bermúdez, que se proclamó defensor de la monarquía absoluta. Las reformas las llevó a cabo Javier de Burgos, antiguo afrancesado, como ministro de Fomento. Los liberales y absolutistas se opusieron a esta reforma, los primeros por escasa y los segundos por excesiva.

El mismo año de la muerte de Fernando VII, los sectores más absolutistas se conjuraron en torno a Carlos María Isidro, hermano del rey difunto, para tomar el poder. Don Carlos reclamaba la corona porque la Ley Sálica impedía a una mujer ocupar el trono. Comenzó así la primera guerra carlista.

En 1834 María Cristina llamó a Martínez de la Rosa para formar un nuevo gobierno integrado por destacados políticos del trienio liberal.
Fue él quien concibió el Estatuto Real una constitución que, por influencia francesa, tenía el carácter de carta otorgada, un documento que se asemeja a una constitución en la que el rey concedía ciertos derechos sin reconocer el principio de soberanía nacional, muy propia del liberalismo doctrinario, una corriente liberal nacida en Francia hacia 1817 que se caracterizaba por no tener doctrina definida, buscando el justo medio entre autoridad y libertad, se identifica con el moderantismo, pues defendía la doble soberanía rey-Cortes y el sufragio restringido. El Estatuto era una convocatoria de Cortes con dos cámaras: el Estamento de Próceres, o cámara alta, y el Estamento de Procuradores o cámara baja. La corona no renunciaba a la soberanía, sino que la entendía como histórica y depositada en las Cortes con el rey. Las Cortes solo podían legislar a propuesta del monarca. El sufragio se limitaba a una minorá de rentas elevadas o capacidades, un grupo de ciudadanos a los que se considera <<capaces>>> de entender el funcionamiento del sistema participativo del liberalismo: magistrados, catedráticos, abogados, médicos, comerciantes, empresarios.
Esta reforma constitucional no satisfacía a los liberales doceañistas (grupo de diputados liberales que habían intervenido en las Cortes de Cádiz (1810-1813)), que reclamaban mayor participación ciudadana y el retorno al espíritu de la revolución liberal producida en Cádiz. Para los más moderados era suficiente, y para los sectores más republicanos inaceptable, pues defendían la vuelta al absolutismo en la persona de Carlos María Isidro. El gobierno se enfrentaba a la oposición liberal y a la antiliberal o carlista.
Hubo una epidemia de cólera y la guerra civil se sumó a la matanza de frailes, acusados de haber propagado dicha enfermedad. A esto se unía la debilidad de la Hacienda real y el endeudamiento.
1.2.     Los gobiernos progresistas (1835-1837)
El conde de Toreno sustituyó a Martínez de la Rosa en la presidencia del gobierno en 1835. Durante su breve mandato de cuatro meses llevó a cabo importantes reformas, con la ayuda de Juan Álvarez Mendizábal, ministro de Hacienda.

Este gobierno decretó la disolución de los conventos con menos de doce religiosos y disolvió de nuevo la Compañía de Jesús. La milicia urbana (civiles armados y reclutados por los ayuntamientos, que actuaban en defensa de la revolución liberal), de ideología progresista, protagonizó levantamientos que dieron lugar a la formación de juntas locales para asumir un gobierno <<revolucionario>> de corte anticlerical y antiabsolutista.

Como consecuencia de las medidas del gobierno y de la <<revolución de 1835>>, se rompieron las relaciones con la Santa Sede y el clero regular abrazó con entusiasmo la causa carlista. El gobierno de Toreno ordenó la disolución de las juntas. La regente llamó a Mendizábal, un liberal progresista, para formar un gobierno.

La desamortización de Mendizábal.
Desde agosto de 1835 hasta el mes de 1837 se consumó la transición política hacia el sistema liberal, en cuyo proceso tuvo notable papel el propio Mendizábal, quien consiguió que María Cristina respaldara la causa liberal progresista.

El nuevo gabinete afirmó la necesidad de una declaración de derechos del ciudadano y someter el gobierno al Parlamento. Se reorganizó la Milicia Nacional con el nombre de <<Guardia Nacional>>, y que se planteó acabar la guerra en poco tiempo gracias a los ingresos que se obtendrían mediante la desamortización de bienes del clero.

La desamortización de Mendizábal consistió en la nacionalización por parte del Estado de las propiedades rústicas y urbanas de la Iglesia. Con ello se pretendía crear una clase de nuevos propietarios adictos a la causa liberal y sanear la deuda pública.

Los planes de Mendizábal no dieron resultado, pues la guerra continuó y el intento de sanear la deuda fracasó. Los progresistas ganaron las elecciones, pero pronto tuvieron que dimitir y la regente nombró presidente a Istúriz, un progresista que contó para su gobierno con viejos liberales ahora moderados: Alcalá Galiano y Ángel de Saavedra, duque de Rivas.

La Constitución de 1837
La situación política no se estabilizó. Los progresistas intentaron un cambio de gobierno mediante un pronunciamiento: a fines de julio la Guardia Nacional se declaró a favor de la Constitución del 1812, pero ante la negativa de la corona a aceptar ese cambio, en agosto se produjo una rebelión de un grupo de suboficiales del palacio de La Granja (Segovia). Este episodio fue conocido como el <<motín de los sargentos de La Granja>>, que dio lugar a un cambio de gobierno de signo progresista.

El nuevo gobierno restableció parte de la legislación de las Cortes de Cádiz y del trienio sobre propiedad señorial y desamortización, y sobre los gobiernos municipales. Los ayuntamientos pasaron a ser elegidos por sufragio universal masculino, lo que significaba una democratización de la vida política a nivel local; además, los ayuntamientos, pasaron a tener amplias funciones fiscales, asistenciales y, además, controlaban la Milicia Nacional. El poder local fue motivo de disputa continua entre progresistas, favorables a su reforzamiento, y los moderados, partidarios de traspasar esas funciones al poder central.

Pero el resultado más importante del motín de La Granja fue la convocatoria de unas Cortes que elaboraron una nueva constitución, aprobada en 1837.
La Constitución de 1837, de carácter progresista, recuperaba algunos aspectos del liberalismo de 1812 a la vez que aceptaba algunos planteamientos del ideario moderado.

Los cambios más destacados respecto de la Constitución de 1812 fueronÇ:
-                   Se reforzó el poder de la corona. Reconocía el principio de la soberanía nacional, una aproximación al principio de soberanía compartida defendido por los moderados. La corona también tenía derecho de veto, es decir, podía rechazar una ley,  podía disolver las Cortes.
-                   Las Cortes pasaron a ser bicamerales. El Parlamento se dividió en dos cámaras, que se llamaron Congreso de los Diputados y Senado.

Otros aspectos de la Constitución del 1812 se mantuvieron, destacando la separación de poderes y la importancia concedida a los derechos individuales.

La aproximación hacia el moderantismo se observó también en la ley electoral de 1837. El sufragio universal masculino de la constitución de Cádiz se sustituyó por un sufragio censitario, por el que solo los mayores contribuyentes tenían derecho de voto.

1.3.     El trienio moderado (1837-1840)
El gobierno cesó y la reina gobernadora ofreció el gobierno al general progresista Espartero, que no aceptó. Las elecciones de 1837 dieron el triunfo a los moderados, que gobernaron hasta 1840 y pusieron fin al espíritu de conciliación de la Constitución de 1837. El gobierno más duradero de esta etapa fue el de Evaristo Pérez de Castro.

El poder militar estaba protagonizado por los generales más prestigiosos: Narváez, en el liberalismo moderado, y Espartero, en el progresista, cuya rivalidad se prolongó durante todo el reinado de Isabel II. Las diferencias entre progresistas y moderados se reflejaron también en la forma de afrontar la guerra: los progresistas exigían acabar con el carlismo sin concesiones, mientras los moderados abogaban por una paz honrosa para acercar el sector menos ultra del carlismo al partido moderado.

La firma del Convenio de Vergara con los carlistas y su modificación posterior provocó un motón progresista en Madrid lo que obligó a cambiar el gobierno.

Tras el final de la guerra carlista y los acontecimientos de Madrid, los moderados iniciaron una ofensiva legislativa para recuperar el control del proceso político, para lo que contaban con el apoyo de la corona.

El nuevo gabinete inició el trámite de varias leyes, entre ellas una sobre el gobierno de los ayuntamientos. La oposición de los progresistas a que la corona nombrase a los alcaldes obligó a la regente a trasladarse a Barcelona para lograr el apoyo de Espartero sobre la ley. La firma por María Cristina de la ley de ayuntamientos provocó la dimisión de Espartero. María Cristina no aceptó la dimisión, y pocos días después diversos motines populares tuvieron lugar en Barcelona, lo que provocó un cambio de gobierno.

El motín obligó a la regente a pedir a Espartero que lo reprimiese. Este se negó y pidió un nuevo gobierno progresista, la disolución de las Cortes y una nueva ley de ayuntamientos.

La reina gobernadora nombró a Espartero presidente y renunció a la regencia. Conspiró junto a los moderados contra el gobierno del general Espartero.

1.4.     La guerra civil carlista
El carlismo fue un movimiento político cuyos orígenes se sitúan en 1820 con la regencia de Urgel y la guerra de los agraviados de Cataluña en 1827. Pero su puesta en práctica se produjo tras la cuestión sucesoria en 1832 y la muerte de Fernando VII al año siguiente.

Su programa ideológico se resumía en la defensa de la religión, del absolutismo monárquico, del foralismo y de los privilegios del Antiguo Régimen. Rechazó a las reformas liberales iniciadas en las Cortes de Cádiz. Estas reformas habían desmantelado el sistema de privilegios anterior y atacaban directamente el poder de la Iglesia.

Las bases sociales del carlismo fueron el clero, el campesinado pobre, gran parte de la nobleza y sectores de las clases medias defensoras de los fueros.

La primera guerra carlista se inició nada más morir Fernando VII. En 1833 ya hubo brotes armados en forma de partidas rurales organizadas por el jefe carlista Zumalacárregui.  En noviembre ya había una guerra abierta en el País Vasco y la parte norte de Cataluña. Esta primera fase de la guerra finalizó con la muerte de Zumalacárregui en 1835.

La segunda etapa de la guerra discurrió de 1835 a 1837, con su difusión a todo el territorio nacional. Destacaron las expediciones del general Cabrera al mando de una parte del ejército carlista. La población civil de pueblos y ciudades mantuvo una actitud pasiva o temerosa ante la llegada de las partidas carlistas, que apenas recibieron el apoyo popular en el resto del territorio español.

La acción más espectacular de esta segunda fase fue la Expedición Real, encabezada por Carlos María Isidro (Carlos V). Su objetivo era imponer un pacto a María Cristina en un momento en que esta era vulnerable tras la sublevación de la Granja. Las tropas carlistas llegaron a Madrid en 1837 pero el ejército isabelino, al mando de Espartero, obligó a los carlistas a retirarse.

De 1837 a 1839 tuvo lugar la tercera fase, que acabó con el triunfo de las tropas gubernamentales. Dentro del carlismo surgió una división entre los más conservadores y los menos radicales. Triunfó esta última postura, lo que permitió la firma del Convenio de Vergara entre los generales Espartero, del ejército isabelino, y Maroto, del carlista. En él se prometía el mantenimiento de los fueros vascos y el reconocimiento de los oficiales del ejército carlista. Espartero lo incumplió posteriormente.

El rechazo a este acuerdo por el sector apostólico y el propio don Carlos prolongó la guerra en Cataluña y Aragón hasta la derrota definitiva en Morella de las tropas del general Cabrera, conocido como el <<tigre del Maestrazgo>>, por su resistencia en ese territorio.

2.        LA REGENCIA DE ESPARTERO
Tras el final de la guerra carlista se inició el “régimen de los generales”. Destacaron tres figuras: Espartero, Narváez y O’ Donnell

2.1. El autoritarismo de Espartero
Tras la renuncia de María Cristina. Espartero es nombrado regente, era líder de la corriente progresista dentro del liberalismo. Gobernó con talante autoritario y cuando los progresistas no lo apoyaban, él se apoyaba en los moderados. Nombró como presidente del gobierno a Narváez.

Espartero exigió ser regente único. Su manera de gestionar el gobierno hizo que formaran parte del gobierno hombres progresistas incondicionales a él como Evaristo San Miguel.

La labor de un gobierno se basó en la venta de bienes del clero secular <<ley de Espartero>>. Esta medida se tomó en una etapa en la que las relaciones con Roma eran nulas. La Santa Sede apoyó la causa carlista.

Espartero también derogó la ley de ayuntamientos y organizó un poder de tipo populista, cuya base social eran las clases medias y los <<ayacuchos>>.

Otro de los aspectos fue su clara apuesta por el librecambismo. Aunque el arancel parecía proteger la economía española.

El librecambismo y la intervención del embajador británico suscitó el recelo de la oposición que dio lugar a un levantamiento en septiembre de 1841 dirigido por O’ Donnell del partido moderado. Este fracasó.

2.2. La crisis de la regencia
Espartero tenía un reducido apoyo parlamentario y basaba su gobierno en su gran influencia en el ejército y en su popularidad entre las clases medias y bajas. Esa base social descansaba en la Milicia Nacional.

El aislamiento internacional del gobierno progresista propiciado por los moderados y María Cristina, con la ayuda del general Narváez, quien en 1841 creó la orden militar española. Espartero sufrió una pérdida de popularidad tras los sucesos de Barcelona, ocasionado por la protesta de la industria textil catalana contra la política librecambista y el anuncio de un tratado comercial con Inglaterra.  Espartero ordenó bombardear Barcelona para reprimir el motón. Esto ocasionó que Espartero perdiera apoyos, que perdiera las elecciones de abril y que progresistas y moderados criticaran y protestaran por la inestabilidad del gobierno.

Progresistas y moderados con el apoyo de Narváez derrotaron al ejército de Espartero y este como consecuencia renunció a la regencia y se exilió. Esto obligó a adelantar la mayoría de edad de la reina.

3.         LA DÉCADA MODERADA (1844-1854)

3.1 El sistema de partidos en el reinado de Isabel II
Los partidos políticos del siglo XIX eran agrupaciones de personas influyentes y poderosas (notables), tenían individualismo y división interna entre sus líderes.

La práctica electoral era sometida a la corrupción, el arreglo, la prensa política y la oratoria parlamentaria. A esto se le añade:
-       El peso de los líderes (Narváez, moderado; Espartero, progresista; O’Donnell, unionista)
-       Renuncia a participar el elecciones
-       Uso de elementos simbólicos de raíz histórica..
La escasa participación en las elecciones hacía del pueblo mero espectador de la vida política. La mayoría de población era analfabeta.

Se impuso un modelo de elección directa en la que solo participaban los mayores contribuyentes o aquellos que eran <<capaces>> de entender el sistema liberal.

El porcentaje de votantes osciló entre 0’1 y el 25% de los españoles entre 1834 y 1868. Entre este espacio de tiempo hubo 22 elecciones generales. En casi todos los casos la candidatura triunfante era del gobierno convocante. El sistema electoral estuvo siempre al servicio del gobierno.

Los cinco grandes partidos durante el reinado de Isabel II fueron: el demócrata, el progresista, la Unión Liberal, el moderado y el carlista.

3.2. La mayoría  de edad de Isabel II
En julio de 1843 y marzo del 1844 se desarrolló un proceso de transición en el que se pretendía desmantelar el influjo de Espartero en la sociedad y administración.

Narváez fue nombrado capitán general de Madrid y Joaquín María López como presidente del gobierno, convocó elecciones y disolvió la Milicia Nacional.

Narváez dio el buen visto a el adelanto de la mayoría de Isabel ante el posible regreso de María Cristina y esta juraba como reina constitucional a Isabel II con tan solo 13 años.

Se nombró como jefe de gobierno a Olazaga, quien rehabilitó la Milicia Nacional, pero este fue acusado, falsamente de obligar a la niña a firmar un decreto de disolución de Cortes y como consecuencia huyó a Portugal.

Narváez nombró presidente a González Bravo, este creó la Guardia Civil.

En 1844, María Cristina regresó y cesó el gobierno de Gonzalez Bravo y Narváez tomó las riendas del poder.

3.3. Los gobiernos de Narváez y el conflicto con los <<puritanos>>
La labor de Narváez se centró en una legislación que modeló un estado centralizado y uniforme. Esta labor se concretó en las siguientes normas:
1.    Constitución de 1845. Basada en el liberalismo conservador, soberanía compartida (rey- cortes), unidad católica, sufragio censitario y supresión de la Milicia Nacional.
2.    Se suspendió la venta de bienes desamortizados.
3.    El plan de estudios de Gil y Zárate (1845). Estableció tres niveles educativos ( primaria, secundaria y universidad)
4.    Las leyes de administración local y provincial. Ayuntamientos elegidos por los máximos contribuyentes y la corona podía desigualar a los alcaldes de provincias y ciudades importantes.
5.    Nueva ley de Hacienda intentó arreglar la deuda mediante la reducción de intereses.
6.    Se creó la Comisión Nacional de Codificación.

Narváez tuvo que enfrentarse de forma especial a las intrigas palaciegas de la camarilla de la reina y las de compañeros de su propio partido. Dentro de este había tres tendencias: una centrada que dirigía Narváez, otra conservadora y una puritana a cuyo frente estaba Joaquín Francisco Pacheco. Este último ocupó la presidencia entre marzo y agosto de 1847. Su política favoreció el librecambismo y mejoró el sistema de recaudación de Hacienda. Su pensamiento se resumía en la defensa de la <<democracia legal, pacífica, progresiva y ordenada>> con base social en las clases medias.

Desde octubre de 1847 a enero de 1851, Narváez volvió a dirigir el gobierno. Creó gobernadores civiles para reorganizar el gobierno de las provincias y perfeccionó el sistema de corrupción electoral.

Narváez durante esta etapa tuvo que hacer frente a los efectos de la revolución de 1848. Uno de los efectos fue el pronunciamiento en Madrid llevado a cabo por el partido progresista. Este golpe fracasó. Narváez reprimió este pronunciamiento de manera contundente, como consecuencia Narváez agudizó el trono autoritario del gobierno y se convirtió en Dictador.
También tuvo que hacer frente a la segunda guerra carlista, la razón de esta segunda rebelión carlista fue el posible matrimonio entre Isabel II y Don Carlos Luis, hijo de Carlos María Isidro. El matrimonio nunca se hizo realidad.

3.4. Bravo Murillo y el moderantismo tecnocrático
Después de Narváez, Juan Bravo Murillo ocupó la presidencia desde enero de 1851 hasta diciembre de 1852.
 









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