Tema 7
EL REINADO DE
ISABEL II
1.
LA REGENCIA DE MARIA
CRISTINA (1833-1840)
Tras la muerte de Fernando
VII se inició una guerra civil, la primera guerra carlista con María Cristina
como regente.
Esta etapa se consolidó la
división del liberalismo en dos corrientes:
-
Los liberales moderados, partidarios de una fórmula
intermedia entre el absolutismo y la soberanía popular. Consideraban que la
corona debía contar con amplios poderes y que el sufragio debía ser muy
limitado (solo para los más ricos). Eran partidarios de un liberalismo atenuado
y conservador.
-
Los liberales progresistas, partidarios de la labor
legislativa de las Cortes de Cádiz y una reforma social y política que limitase
el poder del rey en favor del Parlamento.
María Cristina e Isabel II
se mostraron partidarias de los moderados.
1.1. El régimen del
Estatuto Real (1834-1835)
Tras la muerte del rey, su
viuda María Cristina ocupó la regencia y nombró un gabinete presidido por Cea
Bermúdez, que se proclamó defensor de la monarquía absoluta. Las reformas las
llevó a cabo Javier de Burgos, antiguo afrancesado, como ministro de Fomento.
Los liberales y absolutistas se opusieron a esta reforma, los primeros por
escasa y los segundos por excesiva.
El mismo año de la muerte de
Fernando VII, los sectores más absolutistas se conjuraron en torno a Carlos
María Isidro, hermano del rey difunto, para tomar el poder. Don Carlos
reclamaba la corona porque la Ley Sálica impedía a una mujer ocupar el trono.
Comenzó así la primera guerra carlista.
En 1834 María Cristina llamó
a Martínez de la Rosa para formar un nuevo gobierno integrado por destacados
políticos del trienio liberal.
Fue él quien concibió el
Estatuto Real una constitución que, por influencia francesa, tenía el carácter
de carta otorgada, un documento que se asemeja a una constitución en la que el
rey concedía ciertos derechos sin reconocer el principio de soberanía nacional,
muy propia del liberalismo doctrinario, una corriente liberal nacida en Francia
hacia 1817 que se caracterizaba por no tener doctrina definida, buscando el
justo medio entre autoridad y libertad, se identifica con el moderantismo, pues
defendía la doble soberanía rey-Cortes y el sufragio restringido. El Estatuto
era una convocatoria de Cortes con dos cámaras: el Estamento de Próceres, o cámara
alta, y el Estamento de Procuradores o cámara baja. La corona no renunciaba a
la soberanía, sino que la entendía como histórica y depositada en las Cortes
con el rey. Las Cortes solo podían legislar a propuesta del monarca. El
sufragio se limitaba a una minorá de rentas elevadas o capacidades, un grupo de
ciudadanos a los que se considera <<capaces>>> de entender el
funcionamiento del sistema participativo del liberalismo: magistrados,
catedráticos, abogados, médicos, comerciantes, empresarios.
Esta reforma constitucional
no satisfacía a los liberales doceañistas (grupo de diputados liberales que
habían intervenido en las Cortes de Cádiz (1810-1813)), que reclamaban mayor
participación ciudadana y el retorno al espíritu de la revolución liberal producida
en Cádiz. Para los más moderados era suficiente, y para los sectores más
republicanos inaceptable, pues defendían la vuelta al absolutismo en la persona
de Carlos María Isidro. El gobierno se enfrentaba a la oposición liberal y a la
antiliberal o carlista.
Hubo una epidemia de cólera
y la guerra civil se sumó a la matanza de frailes, acusados de haber propagado
dicha enfermedad. A esto se unía la debilidad de la Hacienda real y el
endeudamiento.
1.2. Los gobiernos
progresistas (1835-1837)
El conde de
Toreno sustituyó a Martínez de la Rosa en la presidencia del gobierno en 1835.
Durante su breve mandato de cuatro meses llevó a cabo importantes reformas, con
la ayuda de Juan Álvarez Mendizábal, ministro de Hacienda.
Este gobierno
decretó la disolución de los conventos con menos de doce religiosos y disolvió
de nuevo la Compañía de Jesús. La milicia urbana (civiles armados y reclutados
por los ayuntamientos, que actuaban en defensa de la revolución liberal), de
ideología progresista, protagonizó levantamientos que dieron lugar a la
formación de juntas locales para asumir un gobierno
<<revolucionario>> de corte anticlerical y antiabsolutista.
Como
consecuencia de las medidas del gobierno y de la <<revolución de
1835>>, se rompieron las relaciones con la Santa Sede y el clero regular
abrazó con entusiasmo la causa carlista. El gobierno de Toreno ordenó la
disolución de las juntas. La regente llamó a Mendizábal, un liberal
progresista, para formar un gobierno.
La
desamortización de Mendizábal.
Desde agosto de 1835 hasta
el mes de 1837 se consumó la transición política hacia el sistema liberal, en
cuyo proceso tuvo notable papel el propio Mendizábal, quien consiguió que María
Cristina respaldara la causa liberal progresista.
El nuevo gabinete afirmó la
necesidad de una declaración de derechos del ciudadano y someter el gobierno al
Parlamento. Se reorganizó la Milicia Nacional con el nombre de <<Guardia
Nacional>>, y que se planteó acabar la guerra en poco tiempo gracias a
los ingresos que se obtendrían mediante la desamortización de bienes del clero.
La desamortización de
Mendizábal consistió en la nacionalización por parte del Estado de las
propiedades rústicas y urbanas de la Iglesia. Con ello se pretendía crear una
clase de nuevos propietarios adictos a la causa liberal y sanear la deuda
pública.
Los planes de Mendizábal no
dieron resultado, pues la guerra continuó y el intento de sanear la deuda
fracasó. Los progresistas ganaron las elecciones, pero pronto tuvieron que
dimitir y la regente nombró presidente a Istúriz, un progresista que contó para
su gobierno con viejos liberales ahora moderados: Alcalá Galiano y Ángel de
Saavedra, duque de Rivas.
La Constitución
de 1837
La situación política no se
estabilizó. Los progresistas intentaron un cambio de gobierno mediante un
pronunciamiento: a fines de julio la Guardia Nacional se declaró a favor de la
Constitución del 1812, pero ante la negativa de la corona a aceptar ese cambio,
en agosto se produjo una rebelión de un grupo de suboficiales del palacio de La
Granja (Segovia). Este episodio fue conocido como el <<motín de los
sargentos de La Granja>>, que dio lugar a un cambio de gobierno de signo
progresista.
El nuevo gobierno
restableció parte de la legislación de las Cortes de Cádiz y del trienio sobre
propiedad señorial y desamortización, y sobre los gobiernos municipales. Los
ayuntamientos pasaron a ser elegidos por sufragio universal masculino, lo que
significaba una democratización de la vida política a nivel local; además, los
ayuntamientos, pasaron a tener amplias funciones fiscales, asistenciales y,
además, controlaban la Milicia Nacional. El poder local fue motivo de disputa
continua entre progresistas, favorables a su reforzamiento, y los moderados,
partidarios de traspasar esas funciones al poder central.
Pero el resultado más
importante del motín de La Granja fue la convocatoria de unas Cortes que
elaboraron una nueva constitución, aprobada en 1837.
La Constitución de 1837, de
carácter progresista, recuperaba algunos aspectos del liberalismo de 1812 a la
vez que aceptaba algunos planteamientos del ideario moderado.
Los cambios más destacados
respecto de la Constitución de 1812 fueronÇ:
-
Se reforzó el poder de la corona. Reconocía el
principio de la soberanía nacional, una aproximación al principio de soberanía
compartida defendido por los moderados. La corona también tenía derecho de
veto, es decir, podía rechazar una ley,
podía disolver las Cortes.
-
Las Cortes pasaron a ser bicamerales. El Parlamento
se dividió en dos cámaras, que se llamaron Congreso de los Diputados y Senado.
Otros aspectos de la
Constitución del 1812 se mantuvieron, destacando la separación de poderes y la
importancia concedida a los derechos individuales.
La aproximación hacia el
moderantismo se observó también en la ley electoral de 1837. El sufragio
universal masculino de la constitución de Cádiz se sustituyó por un sufragio
censitario, por el que solo los mayores contribuyentes tenían derecho de voto.
1.3. El trienio
moderado (1837-1840)
El gobierno
cesó y la reina gobernadora ofreció el gobierno al general progresista
Espartero, que no aceptó. Las elecciones de 1837 dieron el triunfo a los
moderados, que gobernaron hasta 1840 y pusieron fin al espíritu de conciliación
de la Constitución de 1837. El gobierno más duradero de esta etapa fue el de
Evaristo Pérez de Castro.
El poder
militar estaba protagonizado por los generales más prestigiosos: Narváez, en el
liberalismo moderado, y Espartero, en el progresista, cuya rivalidad se
prolongó durante todo el reinado de Isabel II. Las diferencias entre
progresistas y moderados se reflejaron también en la forma de afrontar la
guerra: los progresistas exigían acabar con el carlismo sin concesiones,
mientras los moderados abogaban por una paz honrosa para acercar el sector
menos ultra del carlismo al partido moderado.
La firma del
Convenio de Vergara con los carlistas y su modificación posterior provocó un
motón progresista en Madrid lo que obligó a cambiar el gobierno.
Tras el final
de la guerra carlista y los acontecimientos de Madrid, los moderados iniciaron
una ofensiva legislativa para recuperar el control del proceso político, para
lo que contaban con el apoyo de la corona.
El nuevo
gabinete inició el trámite de varias leyes, entre ellas una sobre el gobierno
de los ayuntamientos. La oposición de los progresistas a que la corona nombrase
a los alcaldes obligó a la regente a trasladarse a Barcelona para lograr el
apoyo de Espartero sobre la ley. La firma por María Cristina de la ley de
ayuntamientos provocó la dimisión de Espartero. María Cristina no aceptó la
dimisión, y pocos días después diversos motines populares tuvieron lugar en
Barcelona, lo que provocó un cambio de gobierno.
El motín obligó
a la regente a pedir a Espartero que lo reprimiese. Este se negó y pidió un
nuevo gobierno progresista, la disolución de las Cortes y una nueva ley de
ayuntamientos.
La reina
gobernadora nombró a Espartero presidente y renunció a la regencia. Conspiró
junto a los moderados contra el gobierno del general Espartero.
1.4. La guerra civil
carlista
El carlismo fue
un movimiento político cuyos orígenes se sitúan en 1820 con la regencia de
Urgel y la guerra de los agraviados de Cataluña en 1827. Pero su puesta en
práctica se produjo tras la cuestión sucesoria en 1832 y la muerte de Fernando
VII al año siguiente.
Su programa
ideológico se resumía en la defensa de la religión, del absolutismo monárquico,
del foralismo y de los privilegios del Antiguo Régimen. Rechazó a las reformas
liberales iniciadas en las Cortes de Cádiz. Estas reformas habían desmantelado
el sistema de privilegios anterior y atacaban directamente el poder de la
Iglesia.
Las bases
sociales del carlismo fueron el clero, el campesinado pobre, gran parte de la
nobleza y sectores de las clases medias defensoras de los fueros.
La primera
guerra carlista se inició nada más morir Fernando VII. En 1833 ya hubo brotes
armados en forma de partidas rurales organizadas por el jefe carlista
Zumalacárregui. En noviembre ya había
una guerra abierta en el País Vasco y la parte norte de Cataluña. Esta primera
fase de la guerra finalizó con la muerte de Zumalacárregui en 1835.
La segunda
etapa de la guerra discurrió de 1835 a 1837, con su difusión a todo el
territorio nacional. Destacaron las expediciones del general Cabrera al mando
de una parte del ejército carlista. La población civil de pueblos y ciudades
mantuvo una actitud pasiva o temerosa ante la llegada de las partidas
carlistas, que apenas recibieron el apoyo popular en el resto del territorio
español.
La acción más
espectacular de esta segunda fase fue la Expedición Real, encabezada por Carlos
María Isidro (Carlos V). Su objetivo era imponer un pacto a María Cristina en
un momento en que esta era vulnerable tras la sublevación de la Granja. Las
tropas carlistas llegaron a Madrid en 1837 pero el ejército isabelino, al mando
de Espartero, obligó a los carlistas a retirarse.
De 1837 a 1839
tuvo lugar la tercera fase, que acabó con el triunfo de las tropas
gubernamentales. Dentro del carlismo surgió una división entre los más
conservadores y los menos radicales. Triunfó esta última postura, lo que
permitió la firma del Convenio de Vergara entre los generales Espartero, del
ejército isabelino, y Maroto, del carlista. En él se prometía el mantenimiento
de los fueros vascos y el reconocimiento de los oficiales del ejército
carlista. Espartero lo incumplió posteriormente.
El rechazo a
este acuerdo por el sector apostólico y el propio don Carlos prolongó la guerra
en Cataluña y Aragón hasta la derrota definitiva en Morella de las tropas del
general Cabrera, conocido como el <<tigre del Maestrazgo>>, por su
resistencia en ese territorio.
2.
LA REGENCIA DE ESPARTERO
Tras el final de la guerra carlista se inició el
“régimen de los generales”. Destacaron tres figuras: Espartero, Narváez y O’
Donnell
2.1. El autoritarismo
de Espartero
Tras la renuncia de María Cristina. Espartero
es nombrado regente, era líder de la corriente progresista dentro del
liberalismo. Gobernó con talante autoritario y cuando los progresistas no lo
apoyaban, él se apoyaba en los moderados. Nombró como presidente del gobierno a
Narváez.
Espartero exigió ser regente único. Su manera
de gestionar el gobierno hizo que formaran parte del gobierno hombres
progresistas incondicionales a él como Evaristo San Miguel.
La labor de un gobierno se basó en la venta de
bienes del clero secular <<ley de Espartero>>. Esta medida se tomó
en una etapa en la que las relaciones con Roma eran nulas. La Santa Sede apoyó
la causa carlista.
Espartero también derogó la ley de
ayuntamientos y organizó un poder de tipo populista, cuya base social eran las
clases medias y los <<ayacuchos>>.
Otro de los aspectos fue su clara apuesta por
el librecambismo. Aunque el arancel parecía proteger la economía española.
El librecambismo y la intervención del
embajador británico suscitó el recelo de la oposición que dio lugar a un
levantamiento en septiembre de 1841 dirigido por O’ Donnell del partido
moderado. Este fracasó.
2.2. La crisis
de la regencia
Espartero tenía un reducido apoyo
parlamentario y basaba su gobierno en su gran influencia en el ejército y en su
popularidad entre las clases medias y bajas. Esa base social descansaba en la
Milicia Nacional.
El aislamiento internacional del gobierno
progresista propiciado por los moderados y María Cristina, con la ayuda del
general Narváez, quien en 1841 creó la orden militar española. Espartero sufrió
una pérdida de popularidad tras los sucesos de Barcelona, ocasionado por la
protesta de la industria textil catalana contra la política librecambista y el
anuncio de un tratado comercial con Inglaterra.
Espartero ordenó bombardear Barcelona para reprimir el motón. Esto
ocasionó que Espartero perdiera apoyos, que perdiera las elecciones de abril y
que progresistas y moderados criticaran y protestaran por la inestabilidad del
gobierno.
Progresistas y moderados con el apoyo de
Narváez derrotaron al ejército de Espartero y este como consecuencia renunció a
la regencia y se exilió. Esto obligó a adelantar la mayoría de edad de la
reina.
3.
LA DÉCADA MODERADA
(1844-1854)
3.1 El sistema
de partidos en el reinado de Isabel II
Los partidos políticos del siglo XIX eran
agrupaciones de personas influyentes y poderosas (notables), tenían
individualismo y división interna entre sus líderes.
La práctica electoral era sometida a la
corrupción, el arreglo, la prensa política y la oratoria parlamentaria. A esto
se le añade:
-
El
peso de los líderes (Narváez, moderado; Espartero, progresista; O’Donnell,
unionista)
-
Renuncia
a participar el elecciones
-
Uso
de elementos simbólicos de raíz histórica..
La escasa participación en las elecciones
hacía del pueblo mero espectador de la vida política. La mayoría de población
era analfabeta.
Se impuso un modelo de elección directa en la
que solo participaban los mayores contribuyentes o aquellos que eran
<<capaces>> de entender el sistema liberal.
El porcentaje de votantes osciló entre 0’1 y
el 25% de los españoles entre 1834 y 1868. Entre este espacio de tiempo hubo 22
elecciones generales. En casi todos los casos la candidatura triunfante era del
gobierno convocante. El sistema electoral estuvo siempre al servicio del
gobierno.
Los cinco grandes partidos durante el reinado
de Isabel II fueron: el demócrata, el progresista, la Unión Liberal, el
moderado y el carlista.
3.2. La
mayoría de edad de Isabel II
En julio de 1843 y marzo del 1844 se
desarrolló un proceso de transición en el que se pretendía desmantelar el
influjo de Espartero en la sociedad y administración.
Narváez fue nombrado capitán general de Madrid
y Joaquín María López como presidente del gobierno, convocó elecciones y
disolvió la Milicia Nacional.
Narváez dio el buen visto a el adelanto de la
mayoría de Isabel ante el posible regreso de María Cristina y esta juraba como
reina constitucional a Isabel II con tan solo 13 años.
Se nombró como jefe de gobierno a Olazaga,
quien rehabilitó la Milicia Nacional, pero este fue acusado, falsamente de
obligar a la niña a firmar un decreto de disolución de Cortes y como
consecuencia huyó a Portugal.
Narváez nombró presidente a González Bravo,
este creó la Guardia Civil.
En 1844, María Cristina regresó y cesó el
gobierno de Gonzalez Bravo y Narváez tomó las riendas del poder.
3.3. Los
gobiernos de Narváez y el conflicto con los <<puritanos>>
La labor de
Narváez se centró en una legislación que modeló un estado centralizado y
uniforme. Esta labor se concretó en las siguientes normas:
1. Constitución de
1845. Basada en el liberalismo conservador, soberanía compartida (rey- cortes),
unidad católica, sufragio censitario y supresión de la Milicia Nacional.
2. Se suspendió la
venta de bienes desamortizados.
3. El plan de
estudios de Gil y Zárate (1845). Estableció tres niveles educativos ( primaria,
secundaria y universidad)
4. Las leyes de
administración local y provincial. Ayuntamientos elegidos por los máximos
contribuyentes y la corona podía desigualar a los alcaldes de provincias y
ciudades importantes.
5. Nueva ley de
Hacienda intentó arreglar la deuda mediante la reducción de intereses.
6. Se creó la
Comisión Nacional de Codificación.
Narváez tuvo
que enfrentarse de forma especial a las intrigas palaciegas de la camarilla de
la reina y las de compañeros de su propio partido. Dentro de este había tres
tendencias: una centrada que dirigía Narváez, otra conservadora y una puritana
a cuyo frente estaba Joaquín Francisco Pacheco. Este último ocupó la
presidencia entre marzo y agosto de 1847. Su política favoreció el
librecambismo y mejoró el sistema de recaudación de Hacienda. Su pensamiento se
resumía en la defensa de la <<democracia legal, pacífica, progresiva y
ordenada>> con base social en las clases medias.
Desde octubre
de 1847 a enero de 1851, Narváez volvió a dirigir el gobierno. Creó
gobernadores civiles para reorganizar el gobierno de las provincias y
perfeccionó el sistema de corrupción electoral.
Narváez durante
esta etapa tuvo que hacer frente a los efectos de la revolución de 1848. Uno de
los efectos fue el pronunciamiento en Madrid llevado a cabo por el partido
progresista. Este golpe fracasó. Narváez reprimió este pronunciamiento de
manera contundente, como consecuencia Narváez agudizó el trono autoritario del
gobierno y se convirtió en Dictador.
También tuvo
que hacer frente a la segunda guerra carlista, la razón de esta segunda
rebelión carlista fue el posible matrimonio entre Isabel II y Don Carlos Luis,
hijo de Carlos María Isidro. El matrimonio nunca se hizo realidad.
3.4. Bravo
Murillo y el moderantismo tecnocrático
Después de
Narváez, Juan Bravo Murillo ocupó la presidencia desde enero de 1851 hasta
diciembre de 1852.
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