EL DISCURSO DEL MÉTODO
PRIMERA PARTE (Consideraciones acerca de la ciencia)
Texto 1.
Universalidad de la razón humana frente a la diversidad de opiniones.
Descartes comienza esta primera parte del
Discurso del Método hablándonos del buen sentido o razón como una facultad
innata en el hombre que le permite distinguir la verdad del error, le permite
juzgar bien. Además, esta facultad es “…la cosa mejor repartida del mundo” ya
que se encuentra en igual medida en todos los hombres y todos están satisfechos
con el que poseen. Es por esto que la diversidad de nuestras opiniones no es
debida a que unos hombres sean más razonables que otros, sino a que conducimos
nuestros pensamientos por caminos diversos al no aplicar bien el buen sentido,
al hacer un mal uso de nuestra capacidad racional. Pues no basta con tener un
buen espíritu (ingenio), sino que lo principal es utilizarlo bien. Por eso
Descartes diferencia entre la “razón”, como facultad innata que es igual en
todos los hombres y el “uso de la razón” que es un hábito adquirido, una
práctica adquirida que puede ser perfeccionada por el ejercicio (por medio del
método). De ahí que nos explique que las almas más grandes si usan mal la razón
son capaces de los mayores vicios y si la utilizan bien de las más grandes
virtudes. Lo importante es dirigir bien el buen sentido o razón, ir siempre por
el camino correcto.
Continúa planteando la cuestión del
igualitarismo de la razón entre los seres humanos, pero nos introduce en la
distinción entre el término espíritu (ingenio) y la razón o buen sentido.
Ingenio, en este caso, es la traducción que a veces se hace del término francés
“espírit” (espíritu) y lo podemos considerar como sinónimo de éste. Es un
término más amplio que el de la razón y abarca también a la memoria, la
imaginación y todas aquellas facultades que nos permiten pensar. Y si bien la
razón está repartida entre todos los hombres por igual y es, justamente, lo que
nos hace hombres y nos diferencia de los animales, es nuestra esencia, no
sucede lo mismo con esas otras cualidades (pensamiento, imaginación, memoria)
que son las que permiten que unos hombres posean más ingenio que otros, ya que
son las que contribuyen a perfeccionar el ingenio. Descartes alude, para
explicar todo esto, a la distinción de la filosofía escolástica (“la opinión
común de los filósofos”) entre los accidentes y las formas o naturalezas. Se
entiende por “accidente” un predicado no esencial, un predicado que atribuye al
sujeto una propiedad contingente, no necesaria. Y por “forma” aquello que
constituye la esencia de los seres. En el hombre la razón forma parte de su
esencia, pero ser negro o blanco, moreno o rubio, alto o bajo, son accidentes.
Por eso, el tener mayor ingenio (el haber perfeccionado más o menos la imaginación,
la memoria, el pensamiento) no es lo que nos hace seres humanos, esto es algo
por accidente, es algo adquirido. Lo que nos hace hombres es poseer la razón,
pues es nuestra esencia y por eso todos la poseemos en igual medida. De hecho,
Descartes al comienzo de este párrafo afirma que él no presume de poseer un
ingenio más perfecto que el de los demás hombres.
Texto 2.-
Ventajas de la aplicación del método descubierto
Ahora introducirá la idea del método.
Afirma haber tenido la suerte de haber encontrado en su juventud
consideraciones y máximas que le han proporcionado un método, que le sirve para
aumentar gradualmente su saber y elevarlo lo máximo posible. Además ha
conseguido resultados científicos con ese método, ha podido avanzar en la
búsqueda de la verdad y llegado a albergar esperanzas futuras de seguir
haciéndolo. Aunque, afirma, suele ser una persona más bien cauta en sus juicios
y desconfiada en cuanto a las acciones humanas. De hecho, está muy satisfecho
con esta ocupación que ha escogido, la filosofía.
Aunque quizás puede que se equivoque, y tome
por valioso (oro y diamantes) lo que no lo es (y sea solo cobre y vidrio de
alquimistas). Por tanto, precaución, porque es fácil equivocarse y tampoco
hay que confiar mucho en los juicios de los amigos que le apoyan. Pero ha
escrito este Discurso para dar cuenta de los caminos que ha seguido y
mostrarlos como en un cuadro, y como el pintor Apeles ver qué recepción recibe
este escrito y así aprender de las opiniones y críticas de los otros.
Por tanto, no pretende decirles a otros
dogmáticamente cómo conducir su razón, sino solo mostrar la manera en que él lo
ha hecho.No quiere parecer reprobable, dando preceptos a los demás y pareciendo
más hábil que ellos. Por eso, prefiere presentar este escrito como
una fábula, en la que se encontrarán ejemplos que seguir, y otros quizás
no. La cuestión es ser franco, no ser perjudicial para nadie, sino más bien
útil.
Texto 3.-
Consideraciones sobre su formación y los métodos de enseñanza.
Descartes cuenta como desde pequeño estuvo
convencido de encontrar en las Humanidades la forma de adquirir un
conocimiento claro, seguro y util para la vida. Pero cuando acabó sus estudios,
cambió de opinión, 1614. Porque en lugar de instruirse, tenía la sensación de
ser más ignorante, estar aún más llenos de dudas y errores. Aunque estudió en
uno de los colegios más prestigiosos de Francia, La Fleche. No sólo estudió lo
que allí se impartía, sino leyó todos los libros que cayeran en sus manos,
hasta los que hablaban de saberes esotéricos, ciencias ocultas. A su alrededor,
todo el mundo lo valoraba no menos que al resto de compañeros, compañeros que
luego serían futuros maestros. Por otro lado, la época era floreciente en
talentos e ingenios. Por lo que no tuvo reparos en juzgar por sí mismo a
los demás y también a las doctrinas que le impartieron y que le habían
defraudado, porque no coincidían con sus expectativas.
Descartes sin embargo reconoce
los aspectos positivos y valiosos de los estudios académicos que
realizó. Reconoce:
·
el valor
del latín y griego que sirvieron para leer libros antiguos.
·
la
Historia y sus acciones memorables despiertan y elevan el ingenio, y forman el
juicio sobre los hombres.
·
la lectura
de libros del pasado es con conversar con sus autores que muestran todos sus
pensamientos.
·
la
retórica por su belleza y fuerza.
·
la poesía,
por su dulzura.
·
las
matemáticas, tienes muchas aplicaciones prácticas.
·
La moral
que estudia las costumbres es útil para aprender cómo llevar una vida virtuosa.
·
la teología
que sirve para ganar el cielo.
·
la
filosofía permite hablar de muchas cosas con bastante idea y sirve para hacerse
admirar por los menos sabios.
·
el
derecho, la medicina dan honores y riquezas.
·
ciencias
ocultas, tambíen sirven porque así se aprender a no ser engañado y conocer su
auténtico valor.
Pero Descartes considera que ya ha dedicado
bastante tiempo a todos esos estudios, lenguas e historias antiguas. Por
eso decidió aprender de otra manera, viajando para
conversar ahora con la gente del presente. Y para saber también algo de otras
costumbres, y así juzgar mejor las propias (con más distancia y objetividad) o
no juzgar como irracionales las costumbres de otros. (Descartes está aquí
quizás recordando los ensayos de Montaigne, y cierta defensa del relativismo de
costumbres) Pero también hay que dejar de viajar para no convertirse en extraño
en el propio país.
Pero con respecto a
los aspectos negativos de las enseñanzas recibidas, ahora
Descartes menciona que interesarse demasiado por el pasado, supone ignorar las
cosas del presente. Las fábulas históricascuentan cosas que no son
ciertas, y hasta las historias más fieles, aunque no manipulan la información,
acaban ocultando las circunstancias menos ilustres y llamativas. Por lo que al
final esas historias no son completas y quienes se inspiran o toman como
referencia esos modelos acaban haciendo cosas extravagantes, como personajes de
novelas que conciben metas imposibles de alcanzar con sus fuerzas.
Respecto a la poesía y la
retórica piensa que son resultado más de las dotes naturales que del
estudio. Pero sin retórica ni buena prosa, si se razona bien y se ordenan los
pensamientos para hacerlos claros e inteligibles se pueden llegan a persuadir a
los demás muy bien. Y pueden haber buenos poetas sin haber estudiado ninguna
arte poética.
Las matemáticas sí le gustaban por su
certeza y evidencia, aunque creía entonces que sólo servían para aplicaciones
prácticas y mecánicas. Le sorprendía que siendo sus fundamentos tan sólidos no
se hubiese desarrollado más esa ciencia. (Descartes construirá luego su Método
inspirándose en la certeza y rigor de las matemáticas puras). En relación con
la moral, piensa que los filósofos antiguos (antes del cristianismo)
tienen doctrinas magníficas, pero mal fundamentadas, y las virtudes que
recomiendan parecen admirables pero no enseñan a conocerlas, y a menudo solo
son otro nombre para fallos morales como la conformidad, aprendizajes a morir,
o orgullo.
Respeto a la teología hay que
valorarla, pero sus verdades estaban más allá de la inteligencia humana, y no
pretendía examinarlas a partir de sus limitadas capacidades. En realidad, para
ocuparse de ella había que ser alguien especial, casi santo.
En la filosofía constata que hay
multitud de disputas, y todo parece dudoso, y hay diversidad de opiniones
doctas sobre una misma materia. Puesto que nada es más que verosímil, Descartes
lo toma por falso. (Esto recuerda ya a la primera regla del método)
En cuanto a la Medicina y el Derecho,
puesto que toman sus principios de la filosofía, no podían llegar muy lejos. Y
además el honor y la riqueza no es bastante estímulo para él, ya que no necesita
el dinero que podría darle ejercer ese oficios, y la gloria, aunque no la
desprecia como los cínicos, no la valora si tiene que obtenerla con títulos
falsos. Y en cuanto a las ciencias ocultas, ha aprendido a no dejarse engañar
por ellas.
Texto 4.-
Formación extra-académica. Estudio del “gran libro del mundo” (viajes) y de sí
mismo.
Por todo lo dicho, al finalizar ese estudios,
abandonó las humanidades, y decidió viajar (metáfora gran
libro del mundo) para reunir experiencias y sacar provecho de ellas.
(Recordar que a partir de 1618 se enrola como voluntario en distintos ejercitos
recorriendo Europa). Pero sobre todo, buscando la ciencia en sí mismo. Piensa
quehay mucha más verdad en los razonamientos que cada uno hace por si mismo (en
los que uno puede comprobar si se ha equivocado) que en las especulaciones
artificiales que realiza un hombre de letras en su despacho, que no tienen más
efecto que aumentar quizás su vanidad, quizás por las complicaciones que tiene
que inventar para darles apariencia de verdad. En todo caso, le preocupa
a Descartes siempre aprender a distinguir lo verdadero de lo falso para ver
claro en sus acciones y caminar más seguro por la vida.
Considera Descartes que al viajar y observar
otras costumbres tampoco obtuvo certeza alguna, pues la variedad de
costumbres es tan amplia como las de opiniones de filósofos. Al observar
que hasta las costumbres más ridículas y extravagantes podían ser admitidas por
otros hombres, aprendió a relativizar todas las costumbres, hasta las propias,
y así liberarse de errores y volverse más capaz de escuchar la razón. Luego que
hubo dedicado esos años en aprender en los viajes, decidió estudiar en sí mismo
y plantearse los caminos que había de seguir (se refiere a su retiro
a Holanda en los que se dedicó ya a escribir), es decir elegir el
método que tenía que guiar su razón para llegar a conocimientos seguros y
ciertos. Y no le fue mal, al menos mejor que si nunca se hubiese alejado de su
país y sus libros.
PARTE 2
TEXTO 5.
Principio Metodológico.
Empieza aludiendo al famoso sueño
profético (tres seguidos) que tuvo en el invierno de 1619, cuando era
voluntario en el ejercito católico que apoyaba al coronado emperador Fernando
II, en los inicios de la guerra de los 30 años. Cuando analizó su sueño, un
tiempo después, interpretó que aludía a su proyecto intelectual: una ciencia
universal, a través de un método, empezando desde nuevos fundamentos,
inspirándose en las matemáticas. Ahora recuerda que una de las cosas que
entonces comprendió es que son más perfectas las obras hechas por uno solo que
las que son resultado de la unión de varias partes realizadas por distintos
maestros.
(Esta idea
expresa el principio metodológico que inspira el proyecto cartesiano: la idea
de la unidad de la ciencia: todas las ciencias son ramas de una única Ciencia
unificada a partir de un único método inspirado en las matemáticas. Al
contrario que la Escolástica que admite diversidad de ciencias, cada una con un
objeto y método distintos. Ahora es la misma razón la que se aplica a los
distintos ámbitos de conocimiento, y por tanto el conocimiento ha de converger,
ha de unificarse en un único sistema. Sólo una ciencia universal y un método
universal.)
TEXTO 6.
Algunos ejemplos
Para complementar y explicar lo dicho en la
sección anterior, Descartes, se sirve de
algunos ejemplos. En arquitectura, los edificios hechos por un solo arquitecto
son más bellos y están mejor construidos que aquellos en los que intervienen
varios. Lo mismo respecto al urbanismo entero de las ciudades: las ciudades
antiguas, en las que en su crecimiento han intervenido muchos, son más
desordenadas que las ciudades nuevas diseñadas por un solo ingeniero, y que,
aunque sus edificios concretos puedan no ser tan bellos como los antiguos, tienen
un trazado mucho más racional. Y aunque se disponga de gente dedicada a cuidar
los edificios antiguos, siempre es difícil hacerlo bien cuando se trabaja sobre
lo hecho por otros.
Lo mismo
sucede en el ámbito de las leyes. Si las leyes se han ido improvisando conforme
los pueblos han ido creciendo y civilizándose, al azar de las disputas, la
organización social será mucho más imperfecta que si uno solo y prudente
legislador fundara la ciudad en un acto constitucional original. El ejemplo sería Licurgo en Esparta. En el
terreno religioso, mejor las religiones monoteístas (un solo Dios dicta los mandamientos)
que las politeístas.Ç
TEXTO 7.
Aplicación del método a las ciencias.
Este principio metodológico puede aplicarse a
las ciencias de los manuales (escolásticos), que recogen distintos
razonamientos probables de varios autores, sin demostraciones finales. Más
veraz y certero serían, por el contrario, los razonamientos que un solo hombre
razonable haga naturalmente de las cosas que investigue. Igualmente, critica el
principio de autoridad de los educadores, que gobiernan con distintos preceptos
a los niños. Si al nacer, los niños ya hubiesen dispuesto de libre uso de la
razón no hubieran ido acumulando tantos juicios y opiniones poco puros y
sólidos.
TEXTO
8. Limites del principio metodológico.
(Se trata ahora, prudentemente, de dejar claro
que su crítica a las ciencias y la necesidad de reformas tiene unos límites.
Sobre todo aclarar que no tiene intención de proponer reformas del Estado o
religiosas. Sólo una reforma de las creencias en el ámbito teórico, ni siquiera
reformar el entero sistema de las ciencias de la enseñanza escolástica.)
Si no sería
lógico derribar todos los edificios de una ciudad para volverla a construir más
hermosa, sí que lo es, en cambio, que un edificio particular su dueño lo
derribe para reconstruirlo sobre cimientos más firmes. Por tanto, un individuo
solo tampoco ha de reformar totalmente un Estado ni todo el sistema de
enseñanzas vigente. Más bien, dice que quiere hacer como el particular que
reconstruye su vivienda, es decir examinar metodológicamente y reformar el
conjunto de las creencias que ha recibido para cambiarlas o hacerlas más
racionales. Mejor eso que intentar seguir construyendo su saber sobre cimientos
que no está convencido que sean verdaderos. Estas reformas intelectual
individuales aunque algo arriesgadas (se puede caer en el escepticismo total)
no son tan peligrosas como las reformas que afecten a los asuntos públicos. Las
instituciones publicas (leyes o organismos)
son difícil de reparar si empiezan a quebrarse y la caída final es muy violenta. Y habría que advertir
además, que a pesar de las imperfecciones y defectos, debido a su
contradictoria diversidad interna, el uso y el tiempo han suavizado, corregido
y hecho soportables todas esas leyes o costumbres públicas. Cambiar
radicalmente algunas de ellas sería muy peligroso. Y pone el ejemplo de los
caminos tradicionales de montaña, que, aunque quizás largos y serpenteantes,
son más seguros y cómodos por ser tan frecuentados, que atajos en línea recta
llenos de dificultades.
Descartes
(conservador a nivel social) condena a los temperamentos utópicos o
revolucionarios que persiguen reformarlo todo. Afirma que no es su caso, que lo
único que pretende es reformar sus propios pensamientos y opiniones y
fundamentarlos en su propia razón (basándose en un solar totalmente suyo).
Insiste que no pretende que nadie lo imite. Y aunque algunos más talentosos
tendrán metas más elevadas, quizás su proyecto sí sea demasiado peligroso para
muchos otros. Liberarse de las opiniones recibidas no es una tarea fácil. No es
tarea recomendable para dos tipos de personas: por un lado, para quienes se
creen más hábiles de lo que son, se precipitan en sus juicios, comienzan a dudar
de los principios recibidos, e incapaces de perseverar, acaban extraviándose;
por otro, para aquellos más modestos reconociendo sus limitaciones para
distinguir lo verdadero de lo falso, que habrán de contentarse con seguir las
opiniones de las más instruidos en lugar de buscar por si mismo otras mejores.
Descartes
reconoce que hubiera sido de este último tipo de hombres, debido a lo mediocre
de su espíritu, si hubiese tenido un solo maestro, o si no hubiese pronto visto
la variedad de opiniones que existen entre los más doctos, capaces de defender
cualquier idea por extraña o increíble. O si no hubiese viajado ampliado
conocimientos, y sobre todo formas de pensar bien distintas. Viajando se
convenció de que, a pesar de esas diferencias de costumbres o de pensamientos,
esos pueblos utilizan la razón igual o más que su pueblo. Un caníbal educado
desde niño entre franceses o alemanes se adaptaría y sería bien distinto de si
hubiese permanecido en su pueblo. Simplemente determinadas creencias se aceptan
más por la fuerza de la costumbre y la tradición que por su certeza. Las modas, por ejemplo, cambian, y lo que nos
gustaba quizás ahora resulta extravagante, aunque podría volver a gustarnos. La
fuerza de las costumbres sociales. Pero respecto a las verdades difíciles de
descubrir, el hecho de que muchas personas
las acepten no es una prueba de su certeza. De hecho es posible que un
hombre solo las encuentre que no un pueblo entero. Y puesto que no ha
encontrado ninguna autoridad cuyas opiniones le parezcan preferibles, se ve en
la obligación de emprender por si mismo la tarea de descubrir la verdad.
TEXTO 9.
Apostar por buscar un Método para erradicar la duda y llegar a la verdad
No es nada fácil caminar solo y partir de sí mismo. Hay que ir lentamente y
con mucho cuidado para no caer y perderse. Por eso afirma estar decidido a no
rechazar por completo ninguna de las opiniones recibidas hasta haber
reflexionado bien su proyecto y encontrado el método capaz de someter cualquier
creencia al tribunal de la razón.
Repasa los
conocimientos que ha adquirido y que podrían ayudarle a su propósito de
encontrar un verdadero método. En primer lugar, la lógica. (Se refiere a la lógica de silogismos de
Aristóteles que se usaba en la Escolástica; pero los silogismos son argumentos
deductivos que no añaden información nueva, la conclusión está ya contenida en
la verdad de las premisas, por lo que no le sirve a Descartes, que buscan un
método para descubrir unas verdades iniciales, unos principios primeros para
deducir todas las demás verdades.) La lógica tiene funciones más explicativas y
expositivas que para aprender nuevas certezas. Como en el Ars Magna de Raimon
Llull. Y además la lógica aunque tiene mezclados preceptos buenos, también hay
otros nocivos, difíciles de separar de los primeros.
Luego, se
fija en al análisis de los geometras (el análisis de los antiguos como
Arquímedes) y el álgebra de los modernos (Clavius o Viete), que considera que
en general se ocupa de materias muy abstractas sin aplicaciones prácticas. El
primero, fatiga demasiado la imaginación sin ejercitar bien el entendimiento
por manejarse solo con figuras, y el segundo, el álgebra, las notaciones, las
reglas y símbolos son confusos. Por todo ello decide aceptar solo un método que
se defina por su sencillez, que reuna las ventajas de los tres, pero sin sus
defectos. Es importante que hayan poco preceptos, cuatro, pero que se observen
bien, que no muchos preceptos que no se observen bien ninguno. Lo mismo que
ocurre en un Estado, que muchas leyes dan excusas para incumplirlas, y pocas
permite gobernar mejor.
Reglas del
Método
·
Regla evidencia
Tiene dos partes:
En la primera
parte expone la evidencia como criterio de verdad: no admitir cosa alguna por
verdadera como no supiese con evidencia que lo es. En este sentido, la
evidencia es una intuición intelectual inmediata que se resiste a aceptar por
verdadero cualquier realidad que implique duda. Se opone, por tanto, a todo lo
que sea meramente probable o verosímil.
En la segunda parte se establecen las condiciones que debe tener la
evidencia. La primera consiste en evitar la precipitación (es decir, evitar dar
por evidente algo de lo que todavía no estemos seguro que lo es) y la
prevención (es decir, no debemos negarnos a aceptar algo que veamos que es
evidente).
La segunda condición consiste en no comprender
nada más que aquello que sea claro y distinto. Claridad (una idea que se
presenta tan inmediata al entendimiento que sea imposible dudar de ella) y
distinción (una idea que es imposible confundir con otras) son, pues,
condiciones necesarias de la evidencia, y son pues el criterio de verdad. Una
idea puede ser clara y no ser distinta. A partir de esta regla arrancará toda
la investigación cartesiana del conocimiento, y el método que aplicará a ella
será el Método de la Duda.
·
Regla del análisis
Descartes expone ahora la denominada regla del
análisis o resolución. Descomponer lo complejo en sus elementos más simples e
indivisibles. Esta regla implica dos cosas:
—Dividir las
dificultades, en dónde puede ir mezclado lo verdadero y lo falso, en sus
elementos más simples a los cuales debe llegarse por intuición. Esas
dificultades representan a las ideas complejas que hay que descomponer o
dividir.
—El proceso
de análisis o división va desde las nociones complejas a las simples. Las
unidades simples son ideas claras y distintas, naturalezas simples, por
ejemplo: extensión, figura, naturaleza corpórea. Son innatas también en el
sentido, que surgen en la mente a propósito de determinadas experiencias, y no se
derivan de la experiencia sensorial.
·
Regla de Síntesis
Este tercer precepto es un
complemento de la regla anterior (análisis), pues a partir de esas naturalezas
simples, se debe recomponer y ordenar el pensamiento hasta llegar a los
pensamientos compuestos o complejos. La síntesis es un proceso ordenado de
deducción que encadena unas ideas a otras. Podría decirse que es una intuición
sucesiva. No es tan segura como la intuición porque los razonamientos
deductivos dependen en algún grado de la memoria. Sintetizar es pues pasar de
un modo lógico y deductivo desde lo simple a lo complejo. Y toda idea deducida
debe estar justificada por el criterio de evidencia.
·
Regla de enumeración
El último precepto, regla de la
enumeración, es una contraprueba y justificación tanto de la 2ª como de la 3ª
regla. Comprueba la regla del análisis pues nos obliga a hacer enumeraciones
completas hasta llegar a lo simple. Revisa la regla de la síntesis pues esas
enumeraciones tan completas nos llevarán a cerciorarnos de que no hemos omitido
nada asegurando que el orden deductivo sea total. Se trata pues de un repaso o
revisión para asegurarse de no cometer errores.
Aplicaciones
y conjeturas del método
Aplicación
del método al cálculo algebraico y la geometría
Explica en este párrafo cómo para
fijar su método se ha inspirado en las matemáticas, concretamente en el
análisis geométrico y en el álgebra, en la forma como los matemáticos realizan
sus demostraciones. La geometría usa de razonamientos encadenados y simples, y
asi evita admitir como verdadero nada que no sea evidente, y se sigue el orden
adecuado, se llega a conectar todas las verdades. Se parte de cosas más simples
(ideas simples), como lineas y cifras, y a través de razonamientos deductivos se
llegan a demostrar lo más complejo, con perfecta evidencia. Así empezará
Descartes a practicar esas mismas demostraciones matemáticas sin más utilidad
que el entrenamiento mental para acostumbrarse a las evidencias y no aceptar
las falsas razones. No se trataba de aprender todas las disciplinas
matemáticas, porque finalmente tienen en común siempre ocuparse de relaciones o
proporciones, medidas. Eso es lo que le interesa, no un tipo de matemáticas
concreto, sino un proceder ordenado de proporciones y medidas comparables.
Descartes está relatando cómo, con ese método, llegó a descubrir los
fundamentos de la geometría analítica (que consiste en referir las lineas
geométricas a ecuaciones), que reúne el análisis geométrico y el álgebra.
Se muestra
contento de que ese método le ha permitido desembrollar algunas cuestiones de
la geometría y el álgebra, y aún más hallar los medios y modos de resolver las
cuestiones que aún ignoraba. En general, no resulta presuntuoso constatar que,
como solo hay una verdad respecto a cada cosa, quien la encuentra sabe todo lo
que tiene que saber sobre tal cosa. Un niño con nociones matemáticas al
realizar correctamente la suma más simple puede estar seguro de que nadie
podría superar tal resultado, porque es el único posible. El método no es más
que seguir el verdadero orden de las cosas y recontar todas las circunstancias
de lo que se investiga, y eso da certeza a las reglas aritméticas, y a
cualquier saber que se quiera desarrollar.
Aplicación del Método a la Filosofía y demás
ciencias.
La aplicación
del método en la geometría y el álgebra permite irse acostumbrando a concebir
de modo claro y distinto sus objetos. Y como son reglas que pueden aplicarse a
materias diversas, pensó a aplicarlo, lo mismo que había hecho con el álgebra,
a las dificultades de otras ciencias también. Pero no tenía sentido de comenzar
cualquiera que fuera, porque eso era ignorar el orden debido. Tendría que
empezar por la Filosofía, de la que las ciencias tomaban sus principios. (Se
vuelve a aludir a la unidad del conocimiento, al árbol del conocimiento). Había
que aplicar el método e intentar establecer algún principio seguro y cierto en
este saber, actuando con cuidado, sin precipitación ni prevención. (Es lo que
hará más adelante, y que consiste en la parte IV del DM). Pero en este momento
de su autobiografía, Descartes, con 23 años, todavía no se considera
suficientemente maduro para emprender tal tarea, y piensa que primero tiene que
prepararse mejor, deshaciéndose de las malas opiniones, acumulando
experiencias, y ejercitándose y dominar mejor el método que ha establecido.
VOCABULARIO
ESCOLASTICOS. La filosofía escolástica, de origen medieval e
inspirada sobre todo en la filosofía de Aristóteles y Tomás de Aquino, era la
enseñanza oficial en la época de Descartes. Éste fue educado en el colegio de
La Fleche. Numerosos puntos de la filosofía de los escolásticos serán
criticados con dureza por parte de Descartes.
ACCIDENTES. El accidente es un
predicado no esencial, ya que atribuye al sujeto una propiedad contingente, no
necesaria. En el hombre, la razón forma parte de su esencia, pero ser rubio o
moreno, alto o bajo, son accidentes.
FORMAS. La forma es un principio
activo que constituye la esencia de los seres. La materia es el soporte de esa
forma. La forma constituye tambien el principio de especificación y la materia
el de individuación. Por ejemplo, en el hombre la materia es el cuerpo y la
forma es la razón, es decir, la capacidad de pensar.
EL MÉTODO. Descartes, en su obra
Regulae ad directionem ingenii, IV define el método como un conjunto de reglas
ciertas y fáciles, gracias a las cuales, quien las observe con exactitud,
no tomará nunca lo falso por verdadero y
llegará, sin realizar un esfuerzo inutil de la mente, sino aumentando siempre
la ciencia de modo gradual, al verdadero conocimiento de todo aquello de que
sea capaz.
Este método,
tomado de la geometría, al principio sólo
lo hizo extensible a las matemáticas. A partir de sus sueños,
en la noche del 10 de noviembre de 1619, se convierte en un método universal aplicable al saber en
general.
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